martes, 20 de enero de 2009

PARA TODO LO DEMAS UTILICE MASTER CARD

Cuando tenía 20 años, aprovechando que mi Papá era jefe en uno de los bancos comerciales más importantes del País, le pedí que me diligenciara mi primera tarjeta de crédito.

La recuerdo como hoy, era una Master Card internacional, azulita con un doble mundo pintado en el centro, cuyo límite de crédito era RD$5,000.00 y US$200.00, sumas astronómicas para mi dado que mi salario para esa época era de unos RD$3,500.00 al mes.



Creo que era la tarjeta más pequeña en cuanto a su límite que el banco había aprobado, pero que más da, a mi no me importaba, estaba feliz de tenerla y poderla usar.

Recuerdan que en esa época tenía una novia de larga data? Si la que había estudiado conmigo en el colegio y luego se fue a vivir a La Vega, la de los viajes en guagua…

Bueno resulta que ella venía de visita a Santo Domingo cada 3 o 4 semanas, me pasaba el mes como lo haría un niño antes de su cumpleaños, marcando en el calendario los días que faltaban para su próxima visita.

Casualmente mi flamante Master Card me la entregaron un viernes en que ella arribaría a la ciudad, yo no tenía ni un chele negro (moneda de un centavo) en los bolsillos, pero no había problemas, pues con mi súper tarjeta yo resolvería todo ese fin de semana.

La pasé a buscar como siempre por la parada de la guagua (autobús) y la acompañé todo el camino hasta casa de sus abuelos a 5 cuadras de distancia.

Por la noche me tomé una ducha, me afeite los tres pelos que tenía en la cara, pedí el carro prestado a mi viejo y salí en búsqueda de mi AMADA.

Llegué a su casa y la llamé desde el carro (Wow!! Siiiii mi viejo tenía celular hace 14 años jajjaja), ella salió tan linda y angelical como siempre y salimos con rumbo desconocido.

Como tenía mucho tiempo sin salir con ella, me puse a dar vueltas por la ciudad mientras me ponía al día, como no quería ver a nadie más, no informé a ninguna otra persona sobre mi paradero para ese día.

Luego de un rato me dirigía a un barcito nuevo que habían abierto del cual me había enterado a través de la TV.

Llegamos allí y nos estacionamos, entramos al sitio, pedimos una picadera y nos bebimos varios tragos, no muchos porque en esos tiempos me ajumaba fácil y además estaba manejando.

Las horas pasaron y nosotros gozando. Como éramos dos (2) palomos, buenos y sin maldad, muy pero muy inocentes, a la 1:00A.M. ya era hora de llevarla de vuelta intacta a su casa, por lo que pedí la cuenta.

El mesero raudo y veloz se dirigió a la caja registradora y regresó con ella, la revisé, habíamos gastado la cuantiosa suma de RD$350.00 (el 10% de mis ingresos de un mes en el 1994), en mi mente confiado ya que me sentía como un magnate petrolero pues en mi cartera portaba el respaldo de mi banco, saqué mi flamante tarjeta.

Pude ver en la mirada de mi novia un dejo de orgullo, pues tener una tarjeta era evidencia de que ya estábamos creciendo, el camarero se la llevó y yo me quedé en la mesa con mi pecho inflado.

Al cabo de unos minutos al ver que el mesero no regresaba, me preocupé un poco, tras pensarlo, me dije que no podía haber problemas, pues no había ni siquiera estrenado la tan preciada tarjeta.

Mi novia no se daba cuenta de mi preocupación y los minutos pasaban, tic, tac, tic, tac, tic, tac., al fin regresó el mesero y me devuelve la cuenta con la tarjeta dentro y me dice “Su tarjeta no funciona” yo lo miré y le discutí diciéndole en voz alta que eso era imposible, que volviera y tratara de nuevo, el tipo se fue y yo me quedé chispeando de la cuerda (coraje).

Tras varios minutos que parecieron interminables, regresó esta vez el gerente del establecimiento, quien me pidió disculpas pues su proveedor de servicios de tarjetas de crédito (la gente del verifone) no realizaba transacciones con Master Card! YO MIRE AL CIELO Y VI COMO TODO SE PONIA NEGRO, LAS NUBES SOBRE MI CABEZA SE ESTABAN ACUMULANDO EN ESE MOMENTO, LOS RAYOS Y CENTELLAS CAIAN SOBRE MI, y yo desesperado con una vergüenza que solo puede ser comparada con la que sufrió José Núñez de Cáceres tras la Independencia Efímera al ver llegar a los Haitianos, en mi mente solo se repetía la frase que dice “ESTO NO ME PUEDE ESTAR PASANDO A MI”.

Como no tenía ni un centavo, mi novia se tuvo que hacer cargo de la cuenta, tras lo cual dimos como mil vueltas mas por la ciudad, hasta que encontré un ATM donde pudiera sacar el dinero para devolvérselo.

Ese día aprendí que para estar listo era necesario tener dinero efectivo en cartera y no confiar en un pedazo de plástico, que más que hacernos libres, nos vuelve esclavos del consumismo.

PARA TODO LO DEMAS UTILICE MASTER CARD