jueves, 20 de noviembre de 2008

OOOOPS!

Siempre he pensado que el mentiroso debe ser muy inteligente, tener una memoria de elefante y ser bendecido con la suerte, pues de no reunir estas tres condiciones se hacen pasibles de meter la pata y crearse los más inverosímiles líos con su mujer, novia o pareja.

Dicho esto paso a contarles la historia del día de hoy.

Cuando trabajaba en el despacho de abogados donde me formé, conocí muchos tipos de clientes y personas, los serios incorruptibles, los sinvergüenzas profesionales, los brutos, los inteligentes geniales, los trabajadores, los vagos y los suertudos.

Entre los serios incorruptibles se encontraba el señor X. Al definirlo puedo decir sin temor a errar que era hasta ese momento el modelo de hombre que todos deberíamos ser, dueño de su propia empresa, padre de familia ejemplar, muy inteligente y podrido en dinero.

El tipo estaba casado con una de esas doñas que nunca envejecen, de las que pasan una vez al año por las manos de su cirujano de confianza y sostienen citas diarias con su entrenador personal.

El trabajo de ella era además de mantenerse dura, cuidar del esposo, los niños y el buen manejo de la casa.

Un jueves el señor X llama a su mujer para pedirle que le empacara una pequeña maleta con tres (3) camisas de vestir, dos pantalones, una chaqueta y ropa interior, pues se había presentado un viaje inesperado a Puerto Rico que lo mantendría fuera todo el fin de semana.

La esposa de buen gusto cumplió a cabalidad con su deber, entregó la maleta a su marido, lo despidió en la puerta y le deseó buen viaje.

El tipo abordó su vehículo, se paro en un almacén de esos grandes que hay en la ciudad, compró un par de t-shirts y unos trajes de baño y pasó a buscar a una “amiguita” 20 años menor.

Con ella enfiló sin escala rumbo a la hermana República de Punta Cana en la costa Este del país.

Se pasó todo el fin de semana en because i love you, tomó el sol, bebió margaritas, aplicó bronceador en la espalda de la chica, se bañó en la playa, bailó en la discoteca del hotel y por las noches practicó varias piruetas sexuales que en su casa aparentemente no estaban permitidas.

Un fin de semana idílico según sus propias palabras.

Llegó el domingo, la realidad estaba a punto de regresar y golpearlos, hicieron el check out en el hotel y enrumbaron de regreso a Santo Domingo donde la depositó en su apartamento.

Hecho esto volvió al almacén (Supermercado) que había visitado antes de partir y compró varias fundas de chocolates para los muchachos y un perfume bien caro para su esposa, claro si estaba de viajes no podía regresar con las manos vacías.

Al llegar a la casa encuentra a la doña sentada en una mecedora con cara de pocos amigos, junto a ella en una línea casi perfecta 6 maletas.

ALGO ANDA MAL! pensó!

Decidió hacerse el pendejo y la saludó con un beso, tras lo cual sacó y repartió los regalos, mientras lo hacía comenzó a relatarle todo lo que había hecho en su viaje a Puerto Rico.

Ella sólo se balanceaba mientras escuchaba, el notó como el color y la expresión le cambiaban al paso en que su historia avanzaba.

De repente con un tono de voz poco usual en ella, lo interrumpió para preguntarle:

Ella: ¿Dónde era que estabas?
El: ¡En Puerto Rico mi amor!
Ella: ¿Seguro?
El: Siiiiiiii
Ella: ¿Seguro? ¿Puerto Rico?
El: ¡CLARO COÑO… ES QUE NO ME CREES!!!

Esto último lo respondió de manera autoritaria con una cara a prueba de polígrafos (detectores de mentiras), a mi entender debieron darle un Oscar ahí mismo como mejor actor dramático en una película de terror.

Según me contó, en ese instante todo se puso en cámara lenta, ella de un bolsillo sacó su pasaporte, el cual había olvidado en una de las gavetas de la habitación.

Al verlo abrió los ojos, miró a todas partes, tomó prestada mi expresión que dice “ESTO NO ME PUEDE ESTAR PASANDO A MI” y buscó por las esquinas de la sala las cámaras escondidas pues lo debían estar facturando (El programa de TV).

Se armó un lío de apaga y vámonos y lo peor es que el no tenía argumentos para defenderse.

Acto seguido la doña lo conminó a tomar sus maletas, le pidió que me llamara y lo invitó a salir de la casa.

Al otro día Don X estaba en mi despacho haciéndome esta historia y pidiéndome que hiciera los papeles para el divorcio.

Por suerte para él, después de un largo periplo fuera de su casa, logró convencer a su mujer de que lo recogiera, ahora utiliza un brazalete GPS en un tobillo, todos los días como un preso domiciliario debe llegar a las seis de la tarde (6:00P.M.), quitarse la ropa y colocarse una pijama de rayas con un número en la espalda y el pecho.

En este caso fallaron las tres condiciones, X no fue inteligente, le falló la memoria y la suerte le jugó una de las suyas, jajaja.

La moraleja de esta historia es que mentir no paga nunca, por esta causa siempre trato de evitar hacerlo. Y ustedes???